Historias del Concilio pretende dejar testimonio de casi treinta años de dados y rol.

En 1991 compré mi primer juego de rol. Fue El Señor de los Anillos, el juego de rol de la Tierra Media, traducido, publicado y distribuido en septiembre de 1989 por la editorial barcelonesa Joc Internacional. Era un libro de “tapa dura” con una ilustración de Angus McBride en la portada. Desde entonces y hasta hoy han pasado por mis manos literalmente docenas de manuales y entre mis amigos y yo hemos hecho rodar, literalmente, decenas de miles de dados de múltiples caras.

En 2011 hizo veinte años de nuestra primera partida y, puesto que ahora apenas si tenemos la oportunidad de quedar un par de veces al año, decidí embarcarme en el proyecto de rescatar algunas de las historias que durante este tiempo he compartido con ellos para, tras darles un formato digno, compartirlas con quien quiera leerlas. Me he propuesto publicar una aventura o módulo cada trimestre alternándolos con otras entradas sobre mi pasado, y escaso presente, como jugador y director de juego. Algunos de los módulos serán algo viejunos. Los hay bastante elaborados y otros muy sencillos. Más largos y completos o meras escenas, casi eventos para una partida rápida. Si alguien se reconoce en una de estas historias, gracias por haberlas jugado conmigo y bienvenido.

19 enero 2015

Hijos del Dios Sol - Horrores de Pesadilla y Seres de Leyenda - Parte III.

· Simpira
El señor del panshin nete, el mundo amarillo en el que vagan sin rumbo los condenados y aquellos que han sido malditos. Esta criatura oscura y siniestra, de aspecto grotesco esta coronada por dos cuernos retorcidos cubiertos de moho  y algas. Sus ojos brillantes y estrechos observan con malicia y bien parece que son capaces de leer la mente de aquellos en quien se posan siempre buscando una falta que merezca castigo.

Camina erguido sobre dos extremidades y arrastra las otras cuatro, tan largas que pueden llegar a confundirse con una cohorte de illawis, tras de sí como si de un sequito maligno se tratara. Con ellas el señor del panshin nete atrapa a los pecadores para arrastrarlos a su mundo maldito en el que pagarán eternamente por sus pecados. Nada ni nadie puede escapar de su abrazo y huir resulta inútil pues una vez el simpira te ha marcado sus interminables extremidades te alcanzarán por muy rápido que seas.

· Tunche
El tunche vaga como alma en pena por la selva. Algunas leyendas dicen que es un animal salvaje, hay cuentos que lo retratan como un brujo o un espíritu del mal que goza aterrorizando a la gente. Jamás nadie lo ha visto pero su silbido, agudo y penetrante, ha sorprendido a más de uno en la oscuridad de la noche.

En ocasiones se le escucha sobre el techo de una casa o al a orilla de un río, desde lo alto de un peñasco o entre la espesura del follaje. Todas las narraciones coinciden en que el silbido del tunche es portador de malos presagios, anuncia desgracias, enfermedad y muerte.

Burlarse de él, menospreciarlo o insultarlo puede costar muy caro pues tales afrentas solo harán que enfurecerle. El tunche perseguirá al incrédulo silbando tras el con mayor insistencia si cabe sembrando tal terror que hasta los más valientes sufrirán ataques de pánico que pueden arrastrarles a la locura o incluso la muerte.

· Ucu
El señor de las nieves o el espíritu de las montañas. Los cuentos describen al ucu como un gigantesco bípedo de facciones similares a las de un pallaysu que vaga por la puna y las altas planicies.

De color grisáceo y extremidades desproporcionadas algunas leyendas lo presentan cubierto de pelo mientras que otras atribuyen tal característica a los bastos ropajes que de forma burda se confecciona uniendo porciones de esqueleto de wikuña o wanako entre otros.

El ucu es considerado el responsable de las desapariciones que ocurren en las nieves perennes de los Anti de Hurin y Hanan y algunas de las culturas más antiguas de los valles más remotos de ambas islas continente recuerdan todavía los sacrificios que a esta criatura se realizaban en los tiempos antiguos. Tales ofrendas, normalmente de jóvenes fuertes y esbeltos que eran enviados a caminar solos en pos de las cimas próximas para ser devorados por el ucu con la esperanza de que este se abstuviera de acosar a las aldeas que cumplían con su obligaciones, fueron erradicados con la extensión del culto a Inti aunque ello no ha impedido que en algunos rincones olvidados de Karuchaqana, en los que la vigilancia de los sacerdotes de Dios Sol es menos diligente, se sigan realizando de forma secreta.

· Urucututo
Se dice que esta criatura voladora de gran tamaño habita en lo más profundo de la selva ocupando la copa de los árboles de mayor tamaño. De hábitos nocturnos se le supone un gran cazador capaz de acosar presas mayores que el e incluso de enfrentarse a las más grandes de las illawis. Sus cuatro extremidades anteriores son pequeñas e inútiles pero las dos posteriores están equipadas con afiladas garras y su mandíbula serrada es capaz de quebrar los esqueletos de la mayoría de las bestias de la selva con facilidad.

Su ulular puede escucharse a gran distancia y es para muchos un augurio de desgracias mientras que en otras leyendas se considera una señal de buena fortuna.

Los cuentos antiguos narran como los más duchos de entre los chamanes son capaces de comunicarse con los urcututos y llegar a pactos secretos con ellos, convirtiéndolos en portadores de mensajes, espías o guardianes. Abundan las historias de brujos envilecidos que recurren a estas criaturas para que, en la oscuridad de la noche, venguen las posibles ofensas sufridas lanzando dardos mágicos contra aquellos que osaron dudar del poder del brujo o marcando la cara de estos con grandes cicatrices.

El vuelo de los urucututos es silencioso y su visión excelente, incluso en la más oscura de las noches sin luna ni estrellas son capaces de distinguir a gran distancia a sus presas sea esta su cena del día o un infeliz sobre el que deben descargar la ira de su amo.

· Yacuruna
Para muchas de las culturas que han crecido junto a la orilla del gran río verde la yacuruna encarna el espíritu mágico más importante de la selva. A ella rinden pleitesía tanto las criaturas salvajes como los genios del agua y los árboles. Las leyendas narran como esta deidad pagana surca los ríos de la selva sobre el lomo de un enorme qaraywa de color negro azabache y se adorna con cinturones y collares que no son en realidad otra cosa que feroces illawis del mismo color. Esta escolta se interpondrá ante cualquier ataque que se realice contra la yacuruna, dando su vida por ella si es necesaria. Además la yacuruna puede convocar a otras criaturas para que luchen por ella si es necesario. Solo se deja ver en la oscuridad de la noche pues durante el día se retira a lo más profundo de la selva esperando que caiga el sol.

Como señora de los ríos de la selva puede comunicarse con todas las criaturas que en ella habitan haciendo de estas sus siervos y secuaces. Sin embargo la yacuruna siente debilidad por los machos fuertes y apuestos de todas las especies y se dice que tiene la capacidad de transmutarse en un hembra de gran atractivo y dulzura para seducir y arrastrar a las profundidades a aquellos que desea haciéndolos desaparecer para siempre.

Son comunes entre las gentes de la selva los rituales oficiados por chamanes y curanderos invocando a la yacuruna, con las más diversas intenciones. Su presencia puede ser reclamada tanto con objeto de obtener una bendición o solicitar una sanación como para exigir un castigo o lanzar una maldición. Se dice que, si se realizan de forma adecuada estos rituales pueden realmente convocar a la yacuruna y que en más de una ocasión este ha aceptado complacer a su invocador a cambio de un precio justo.

· Yanaunqa
Ningún brujo o chaman revelará nunca el origen de su poder pero muchos cuentos y leyendas hablan de pactos secretos entre estos y los demonios de la selva que, a cambio de ofrendas y agasajos, acceden a imbuir a los que ante ellos se presentan con capacidades que están más allá del alcance del resto de criaturas.

Tales pactos sin embargo tienen un precio y algunos de estos brujos, sedientos de poder, no temen corromper su espíritu hasta extremos impensables  con el único objetivo de aumentar su poder hasta límites blasfemos. Esta degeneración llega hasta el punto de entregarse al canibalismo. Beber sangre y comer carne de otros sintientes en ofrenda a los demonios más oscuros abre las puertas a un mundo tenebroso que los más viles ansían alcanzar. Una vez la puerta se ha traspasado ya no hay vuelta atrás y la perversión de los que la han cruzado solo puede ir en aumento de la misma forma que lo hará su sed de sangre.

A estos brujos se les conoce como los yanaunqa, los unqa negros, pues en sus cacerías se transforman en hermosos unqa cuyo esqueleto oscuro como su alma se confunde con la noche. Transformados en estas criaturas sanguinarias no temen a nadie ni nada pues se sienten protegidos por los demonios, cuando uno incluso uno de ellos, y atacan a sus víctimas sin prestar más atención a si están solas o acompañadas o si portan armas o no.

Una vez saciada su hambre y de regreso en su cubil los yanaunqa recuperan su forma normal y no hay detalle que delate sus fechorías. Es por este motivo que prácticamente todas las culturas de Karuchaqana temen a los unqa de color negro y los consideran mensajeros del más allá, criaturas aterradoras y portadores de noticias aciagas.

· Yuraqunqa
Así como los unqa de color negro son considerados criaturas maléficas los albinos, o yuraqunqa, son todo lo contrario. Estos espíritus de la naturaleza simbolizan la pureza ancestral y se les considera enviados del mismísimo Inti, los guardianes de la fe llegados a Karuchaqana para guardar a los hijos del Dios sol de los males que les acechan.

Gráciles y esbeltos a la vez que feroces y resolutos los yuraqunqa aparecen cuando la situación se torna desesperada y la sombra y la corrupción abruman a los fieles de Inti para combatir la oscuridad y portar la luz de la esperanza. 

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