· Simpira
El
señor del panshin nete, el mundo amarillo en el que vagan sin rumbo los
condenados y aquellos que han sido malditos. Esta criatura oscura y siniestra,
de aspecto grotesco esta coronada por dos cuernos retorcidos cubiertos de
moho y algas. Sus ojos brillantes y
estrechos observan con malicia y bien parece que son capaces de leer la mente de
aquellos en quien se posan siempre buscando una falta que merezca castigo.
Camina
erguido sobre dos extremidades y arrastra las otras cuatro, tan largas que
pueden llegar a confundirse con una cohorte de illawis, tras de sí como si de
un sequito maligno se tratara. Con ellas el señor del panshin nete atrapa a los
pecadores para arrastrarlos a su mundo maldito en el que pagarán eternamente
por sus pecados. Nada ni nadie puede escapar de su abrazo y huir resulta inútil
pues una vez el simpira te ha marcado sus interminables extremidades te
alcanzarán por muy rápido que seas.
· Tunche
El
tunche vaga como alma en pena por la selva.
Algunas leyendas dicen que es un animal salvaje, hay cuentos que lo retratan
como un brujo o un espíritu del mal que goza aterrorizando a la gente. Jamás
nadie lo ha visto pero su silbido, agudo y penetrante, ha sorprendido a más de
uno en la oscuridad de la noche.
En
ocasiones se le escucha sobre el techo de una casa o al a orilla de un río,
desde lo alto de un peñasco o entre la espesura del follaje. Todas las
narraciones coinciden en que el silbido del tunche
es portador de malos presagios, anuncia desgracias, enfermedad y muerte.
Burlarse de él,
menospreciarlo o insultarlo puede costar muy caro pues tales afrentas solo harán
que enfurecerle. El tunche perseguirá al
incrédulo silbando tras el con mayor insistencia si cabe sembrando tal terror
que hasta los más valientes sufrirán ataques de pánico que pueden arrastrarles
a la locura o incluso la muerte.
· Ucu
El
señor de las nieves o el espíritu de las montañas. Los cuentos describen al ucu como un gigantesco bípedo de facciones similares a
las de un pallaysu que vaga por la puna y las altas planicies.
De
color grisáceo y extremidades desproporcionadas algunas leyendas lo presentan
cubierto de pelo mientras que otras atribuyen tal característica a los bastos
ropajes que de forma burda se confecciona uniendo porciones de esqueleto de wikuña o wanako entre
otros.
El
ucu es considerado el responsable de las
desapariciones que ocurren en las nieves perennes de los Anti de Hurin y Hanan y algunas
de las culturas más antiguas de los valles más remotos de ambas islas
continente recuerdan todavía los sacrificios que a esta criatura se realizaban
en los tiempos antiguos. Tales ofrendas, normalmente de jóvenes fuertes y
esbeltos que eran enviados a caminar solos en pos de las cimas próximas para
ser devorados por el ucu con la esperanza de que
este se abstuviera de acosar a las aldeas que cumplían con su obligaciones,
fueron erradicados con la extensión del culto a Inti
aunque ello no ha impedido que en algunos rincones olvidados de Karuchaqana, en los que la vigilancia de los
sacerdotes de Dios Sol es menos diligente, se sigan realizando de forma
secreta.
· Urucututo
Se
dice que esta criatura voladora de gran tamaño habita en lo más profundo de la
selva ocupando la copa de los árboles de mayor tamaño. De hábitos nocturnos se
le supone un gran cazador capaz de acosar presas mayores que el e incluso de
enfrentarse a las más grandes de las illawis. Sus cuatro extremidades
anteriores son pequeñas e inútiles pero las dos posteriores están equipadas con
afiladas garras y su mandíbula serrada es capaz de quebrar los esqueletos de la
mayoría de las bestias de la selva con facilidad.
Su
ulular puede escucharse a gran distancia y es para muchos un augurio de
desgracias mientras que en otras leyendas se considera una señal de buena
fortuna.
Los
cuentos antiguos narran como los más duchos de entre los chamanes son capaces
de comunicarse con los urcututos y llegar a pactos secretos con ellos,
convirtiéndolos en portadores de mensajes, espías o guardianes. Abundan las
historias de brujos envilecidos que recurren a estas criaturas para que, en la
oscuridad de la noche, venguen las posibles ofensas sufridas lanzando dardos
mágicos contra aquellos que osaron dudar del poder del brujo o marcando la cara
de estos con grandes cicatrices.
El
vuelo de los urucututos es silencioso y su visión excelente, incluso en la más
oscura de las noches sin luna ni estrellas son capaces de distinguir a gran
distancia a sus presas sea esta su cena del día o un infeliz sobre el que deben
descargar la ira de su amo.
· Yacuruna
Para muchas de las
culturas que han crecido junto a la orilla del gran río verde la yacuruna encarna el espíritu mágico más importante de la
selva. A ella rinden pleitesía tanto las criaturas salvajes como los genios del
agua y los árboles. Las leyendas narran como esta deidad pagana surca los ríos
de la selva sobre el lomo de un enorme qaraywa de
color negro azabache y se adorna con cinturones y collares que no son en
realidad otra cosa que feroces illawis del mismo
color. Esta escolta se interpondrá ante cualquier ataque que se realice contra
la yacuruna, dando su vida por ella si es
necesaria. Además la yacuruna puede convocar a
otras criaturas para que luchen por ella si es necesario. Solo se deja ver en
la oscuridad de la noche pues durante el día se retira a lo más profundo de la
selva esperando que caiga el sol.
Como señora de los ríos
de la selva puede comunicarse con todas las criaturas que en ella habitan
haciendo de estas sus siervos y secuaces. Sin embargo la yacuruna siente debilidad por los machos fuertes y
apuestos de todas las especies y se dice que tiene la capacidad de transmutarse
en un hembra de gran atractivo y dulzura para seducir y arrastrar a las
profundidades a aquellos que desea haciéndolos desaparecer para siempre.
Son comunes entre las
gentes de la selva los rituales oficiados por chamanes y curanderos invocando a
la yacuruna, con las más diversas intenciones.
Su presencia puede ser reclamada tanto con objeto de obtener una bendición o
solicitar una sanación como para exigir un castigo o lanzar una maldición. Se
dice que, si se realizan de forma adecuada estos rituales pueden realmente
convocar a la yacuruna y que en más de una
ocasión este ha aceptado complacer a su invocador a cambio de un precio justo.
· Yanaunqa
Ningún
brujo o chaman revelará nunca el origen de su poder pero muchos cuentos y
leyendas hablan de pactos secretos entre estos y los demonios de la selva que,
a cambio de ofrendas y agasajos, acceden a imbuir a los que ante ellos se
presentan con capacidades que están más allá del alcance del resto de
criaturas.
Tales
pactos sin embargo tienen un precio y algunos de estos brujos, sedientos de
poder, no temen corromper su espíritu hasta extremos impensables con el único objetivo de aumentar su poder
hasta límites blasfemos. Esta degeneración llega hasta el punto de entregarse
al canibalismo. Beber sangre y comer carne de otros sintientes en ofrenda a los
demonios más oscuros abre las puertas a un mundo tenebroso que los más viles
ansían alcanzar. Una vez la puerta se ha traspasado ya no hay vuelta atrás y la
perversión de los que la han cruzado solo puede ir en aumento de la misma forma
que lo hará su sed de sangre.
A
estos brujos se les conoce como los yanaunqa, los unqa negros, pues en sus
cacerías se transforman en hermosos unqa cuyo esqueleto oscuro como su alma se
confunde con la noche. Transformados en estas criaturas sanguinarias no temen a
nadie ni nada pues se sienten protegidos por los demonios, cuando uno incluso
uno de ellos, y atacan a sus víctimas sin prestar más atención a si están solas
o acompañadas o si portan armas o no.
Una
vez saciada su hambre y de regreso en su cubil los yanaunqa recuperan su forma
normal y no hay detalle que delate sus fechorías. Es por este motivo que
prácticamente todas las culturas de Karuchaqana temen a los unqa de color negro
y los consideran mensajeros del más allá, criaturas aterradoras y portadores de
noticias aciagas.
· Yuraqunqa
Así
como los unqa de color negro son considerados criaturas maléficas los albinos,
o yuraqunqa, son todo lo contrario. Estos espíritus de la naturaleza simbolizan
la pureza ancestral y se les considera enviados del mismísimo Inti, los
guardianes de la fe llegados a Karuchaqana para guardar a los hijos del Dios
sol de los males que les acechan.
Gráciles
y esbeltos a la vez que feroces y resolutos los yuraqunqa aparecen cuando la
situación se torna desesperada y la sombra y la corrupción abruman a los fieles
de Inti para combatir la oscuridad y portar la luz de la esperanza.
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