Historias del Concilio pretende dejar testimonio de casi treinta años de dados y rol.

En 1991 compré mi primer juego de rol. Fue El Señor de los Anillos, el juego de rol de la Tierra Media, traducido, publicado y distribuido en septiembre de 1989 por la editorial barcelonesa Joc Internacional. Era un libro de “tapa dura” con una ilustración de Angus McBride en la portada. Desde entonces y hasta hoy han pasado por mis manos literalmente docenas de manuales y entre mis amigos y yo hemos hecho rodar, literalmente, decenas de miles de dados de múltiples caras.

En 2011 hizo veinte años de nuestra primera partida y, puesto que ahora apenas si tenemos la oportunidad de quedar un par de veces al año, decidí embarcarme en el proyecto de rescatar algunas de las historias que durante este tiempo he compartido con ellos para, tras darles un formato digno, compartirlas con quien quiera leerlas. Me he propuesto publicar una aventura o módulo cada trimestre alternándolos con otras entradas sobre mi pasado, y escaso presente, como jugador y director de juego. Algunos de los módulos serán algo viejunos. Los hay bastante elaborados y otros muy sencillos. Más largos y completos o meras escenas, casi eventos para una partida rápida. Si alguien se reconoce en una de estas historias, gracias por haberlas jugado conmigo y bienvenido.

12 octubre 2014

Hijos del Dios Sol - Cultos - El Mito de Inti - Parte I.

EL CULTOS Y CREENCIAS
Los pobladores de Entom no solo creen en sus dioses si no que les confían sus vidas de forma sincera y sin reparos. La religión es el motor principal de todas las sociedades y la fuerza que está detrás de las grandes civilizaciones. Pero no todos creen en las mismas divinidades, no todos practican los mismos cultos, no todos oran a las mismas entidades ni esperan de estas las mismas respuestas.
 
Existen en Entom multitud de dioses con tantas caras y nombres que sería imposible describirlos a todos o mentarlos siquiera. Los hay gentiles y benevolentes pero también iracundos y terribles. Sin embargo, entre este marasmo de deidades tres cultos destacan por encima de los demás: El Mito de Inti, el Culto de los Espíritus y la Promesa. Pero como no podía ser de otra manera en un mundo tan dispar incluso estas tres familias abarcan interpretaciones dispares y en ocasiones enfrentadas.
 
Sea cuales sean los dioses venerados en la mayoría de los casos su s lazos con el poder y la jerarquía social son siempre relevantes. La religión es en muchos casos considerada garante de la estabilidad, origen del orden y la sociedad. 
 
EL MITO DE INTI
Al principio no había nada y en esa nada Wiraqocha creó Entom que era hermoso y bello. Las estrellas curiosas se arremolinaron alrededor de la creación para admirarla y de entre estas Inti fue la que la más amó.
 
Tan fuerte fue su sentimiento que descendió del cielo y piso la tierra, se bañó en los mares y dejó que el viento le acariciara. Pero, sintiéndose solo, solicitó a Wiraqocha que creará para él esposas que le dieran una familia con la que poblar los valles y praderas, las montañas y desiertos, los bosques y las selvas de Entom.
 
Inti construyó una gran ciudad dorada, el Gran Paitití, en la que sus hijos podían cobijarse y les enseñó a estos como cultivar la tierra, como trabajar la madera y tejer la lana, como dar forma al cobre y al bronce y a la plata y al oro.
 
Cuando su familia fue tan grande que el Gran Paitití resultó demasiado pequeño para todos ellos construyó grandes puentes sobre el mar para que sus hijos poblaran cada rincón de Entom y estos así lo hicieron.
 
Pero las otras estrellas observaban desde el cielo y tuvieron envidia de la felicidad en la que Inti vivía. Algunas tentaron a sus esposas e hijos y no pocos de estos se dejaron engañar por ellas. La traición de su prole enfureció a Inti que no dudó en expulsarlos a todos del Gran Paitití, destruyendo los puentes que había creado y regresando al cielo para siempre jamás.
 
Inti todavía ama a sus hijos y por ese motivo les ofrece calor durante la mitad del día pero a su vez se siente herido y por eso les da la espalda durante la otra mitad.
 
El Mito de Inti es la base de la mayoría de los credos de Karuchaqana y también de los de la mayor parte de Entom. No existe un registro escrito del mismo y la tradición oral lo ha alterado en una infinidad de versiones e interpretaciones que han dado lugar a un número igual de cultos y religiones. La mayoría de estos sin embargo tienen una estructura similar y coinciden en muchos aspectos.
 
Para aquellos que creen en el Mito de Inti el mundo es como es porque los dioses lo han decidido, y todo aquello de lo que los pueblos disfrutan se lo deben a su suprema voluntad. Pero no por bondad, ya que no todas las divinidades sienten aprecio por sus fieles, sino por propio interés, ya que es la manera en la que desean organizar sus dominios.
 
Aunque un individuo sea seguidor de un dios en particular jamás llegará a pensar que su patrón es la única divinidad que existe. 
 
Por tanto, aunque existan diferencias teológicas y éstas originen discusiones entre eruditos o altos sacerdotes, ningún fiel negará al dios de otro. Es más, en caso de oír hablar de uno que no conoce probablemente lo incorpore a su panteón.
 
Como consecuencia, la tarea de un fiel no pasa por demostrar a su dios que lo prefiere por encima del resto de deidades, sino asegurarse de cumplir con sus preceptos para así ser recompensado o, al menos, no castigado. Los dioses son venerados por la protección que ofrecen, o por miedo a su ira; un creyente puede en el mismo día hacer una ofrenda a Inti para poder obtener una bendición que le proteja de todo mal, realizar una libación en honor a Illapa para que haga buen tiempo, y orar a Khilla suplicando que sus hermanos enfermos se repongan.
 
En cada una de las ciudades y aldeas en los que el Mito de Inti es la base de la religión hay multitud de templos dedicados a diferentes dioses, y es raro el asentamiento en el que sólo se venera a uno.
 
Sin embargo, muchas urbes o comunidades tienen un dios patrón, alrededor de cuyo culto se organiza el templo. La mayoría de sus habitantes son devotos de dicho patrón, y los días festivos son programados en torno a eventos importantes para el culto de esa divinidad en particular.
 
Hay tantos cultos como dioses, o incluso más, dado que algunas deidades son veneradas en diversas formas y los fieles atribuyen diferentes nombres a lo que en ocasiones no se trata sino del mismo ser. Lo que sí tienen en común es que todos organizan su fe alrededor de una versión u otra del mito y todos comparten el amor a Inti como padre de la vida y divinidad suprema.
 
Los sacerdotes en los cultos basados en el Mito de Inti, entendido este en un sentido muy amplio, cumplen la misión de propagar, mantener y oficiar el culto a una determinada deidad. Además, en la misma categoría se incluyen una serie de sujetos y funciones de muy diversa índole, que habrán de atender a una visión de la religión más popular y menos oficial.
 
El sacerdocio oficial tiene una clara misión político-religiosa. Más allá del simple mantenimiento de los templos y lugares de devoción, el sacerdocio de Inti y el resto de deidades del panteón celestial sirve de base sobre la que se sustenta toda la ideología del poder. El culto, regulado desde las más altas instancias, se propaga por entre los resquicios de la sociedad, desde los niveles más básicos, hasta el Estado, representado por las reinas o señores.
 
Aunque cargos políticos, estos individuos tienen además una función religiosa, por cuanto presiden generalmente los cultos, a pesar de no ser los oficiantes.
 
La pertenencia a la clase sacerdotal es motivo de prestigio y orgullo. El sacerdote, como sustentador de la doctrina, recibe una educación superior exclusiva de la clase dirigente, impartida en el Yayayhuasi, o casa del saber. Allí adquirirá todos los conocimientos necesarios para desempeñar cualquier cargo de la burocracia oficial, puesto que son funcionarios del Estado ya sea este una ciudadela de la ciudad sagrada, un señorío de la costa o un imperio de los Anti. Sus educadores eran los sabios amautas, guardianes de las tradiciones y cultivadores de la ciencia.
 
No se accede al sacerdocio de forma voluntaria pues la única vía de ingreso es la selección por parte de otros sacerdotes. La mayoría de los templos de las comunidades desarrolladas disponen de sistemas para elegir a los individuos más duchos de la comunidad en sus primeros años de vida de forma que sus capacidades puedan ponerse al servicio de la deidad pertinente lo cual refuerza el sentimiento de predestinación y pertenencia a una casta superior.
 
Son especialmente deseados los jóvenes poseedores de poderes especiales o de dotes de adivinación, futuros umuqkuna o munanapsuwa de la comunidad, y aquellos en los que  confluyen en elementos considerados sobrenaturales, como haber nacido durante una tempestad, o bajo una señal divina inequívoca como un eclipse.
 
Los sacerdotes distan mucho de ser un grupo homogéneo, estando divididos jerárquica y funcionalmente en virtud de la labor que desempeñan y del grado del desarrollo de la comunidad a la que pertenecen. Hay sacerdotes de por vida y a tiempo parcial; algunos son educados en escuelas mientras que otros alcanzan el sacerdocio por mor de alguna señal sobrenatural; los cultos locales, los de los pueblos menos capaces o más alejados de la civilización, son oficiados por los ancianos y se subdividen por especialidades, según sean adivinadores, curanderos, hechiceros, sacrificadores de animales, etc.
 
El número y nombres por los que se conocen son incontables; el calparicuqui, encargado de sacrificar animales y adivinar soplando en sus entrañas, los camascas, que curan con hierbas y también adivinan, o los achicoc, que echan suerte con granos de maíz y estiércol de carnero. El punchaupuilla, es capaz de adivinar hablando con el Sol, el mosoc, que adivina mediante los sueños, o el ichuris, realizador de confesiones.
 
Aparte de estos representantes del culto popular, los sacerdotes oficiales están también estructurados según su rango y función. El principal es el Willaq uma, o sumo sacerdote del Hatun Qhapana, el gran templo de Inti en Chakapuma. Sólo puede alimentarse de hierbas y raíces y beber agua, debiendo guardar largos ayunos de ocho días. Como gran jefe religioso, media en todas las cuestiones teológicas entre confesiones y puede nombrar a todos los miembros del alto clero.
 
Por debajo se sitúan diversos estratos con funciones diversas, como los nueve o diez Hatum willaq, consejeros de alto rango, que cuentan con el privilegio de estar exentos del pago de tributo y prestación militar o trabajo público, así como el derecho a nombrar poetas que les compongan canciones de alabanza. Están también los Humu o Nacac, que las crónicas wayrurongo describen como hechiceros, carniceros o desolladores de animales para el sacrificio como los anteriores exentos de tributo.
 
Los servidores de la clase sacerdotal, los yana, son el estrato inferior, encargado de labrar las tierras para el mantenimiento de los sacerdotes y de gestionar los recursos del templo.
 
Los lugares de culto pueden ser tanto huacas, lugares naturales de especial significación religiosa, como ríos, montañas, valles, quebradas o fuentes, o bien templos erigidos especialmente como espacio de devoción, como el Hatun Qhapana, la casa del Sol en Chakapuma, el lugar central de todos los cultos basados en el  Mito de Inti.
 
Los rituales observaban diferentes modalidades, como ritos de defensa y eliminación, mágicos, propiciatorios, ritos de tránsito, purificatorios, sacrificiales, etc.

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